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12/6/11

Cucarachas

En lugares con clima templado, como del que provengo, las cucarachas son relativamente escasas, y su presencia en una vivienda suele interpretarse como falta de higiene de sus habitantes. Ahí miden unos dos centímetros las más grandes. Pero en el trópico, como aquí en Veracruz, las cucarachas adultas miden normalmente seis o siete centímetros y lo invaden todo, por lo que se acostumbra uno a verlas hasta en lugares limpios.

Leí que en inglés cucaracha se escribe cockroach; al parecer es una onomatopeya del sonido que producen al aplastarlas. Efectivamente, las grandes y gordas más o menos así suenan, y me producen asco, por lo que evito acabar con ellas de esa manera, como lo hace la mayoría de la gente aquí. Confieso que en esta ciudad he desarrollado una manía: cuando veo cucarachas siento como si me recorrieran el cuerpo y empiezo a revisarme si no se me subió alguna, como dos o tres veces me ha pasado, y siento el cosquilleo de sus patas varios minutos después de aventarla lejos.

Parece que adivinan mi aversión por ellas y se presentan a la menor oportunidad. Hace unos días vi una en mi negocio, tomé la escoba para batearla hacia afuera y se metió detrás de un mueble. Iracundo, olvidando mis pretensiones ecologistas tomé un bote de insecticida en spray y rocié el lugar en abundancia. De inmediato salieron del mismo rincón más de 20 ejemplares de las más grandes. Traté de conservar la calma frente a la estampida, pues en ese momento entraba una clienta a comprar algo; la recibí aparentando normalidad, y en eso sentí la sensación de unas patas de cucaracha en la parte trasera del cuello. Pensé que era mi imaginación pero no, ¡sí era una cucaracha, gorda, con las alas abiertas! Al sentir mi mano salió volando hacia la clienta, que sólo se hizo a un lado y evadió al insecto con naturalidad.

Cuando salió la clienta, tomé la escoba, aplasté a cuanta cucaracha encontré en mi camino y las eché en una bolsa con ayuda de un recogedor. El resto del día sentí patas del bicho que me recorrían todo el cuerpo. Tal vez fue mi castigo por el cucarachicidio que cometí. Luego me puse a investigar acerca de este insecto, para racionalizar mi idea acerca de él y evitar que mi obsesión se convierta en fobia, lo cual sería una desgracia, pues en Veracruz cucarachas hay hasta en la sopa.

Leí acerca de su gran capacidad de sobrevivencia, que probablemente las haría los últimos seres vivos en la tierra después de una catástrofe nuclear; que tienen millones de años de adaptación, que son los insectos más longevos, algunas especies, como la rinoceronte, la más grande (15 centímetros) viven hasta diez años. La velocidad que desarrollan corriendo, equivale a 300 km/h en el hombre. También, que es muy difícil acabar con ellas; hay mil métodos, pero ninguno cien por ciento efectivo. Y menos mal, porque, como todos los seres de la naturaleza, las cucarachas cumplen una función en el ciclo de la vida. Consumen desperdicios y a su vez son alimento de aves, roedores, e inclusive de personas en algunos países. Es un error pensar en exterminarlas, si bien debe evitarse que se conviertan en plaga. Hay maneras de hacerlo sin dañar el medio ambiente con insecticidas químicos. Leí al respecto acerca del “método budista” (en el sentido de que no se mata intencionadamente a las cucarachas, sino que éstas simplemente se mueren): consiste en hacer una pasta mezclando leche con dos cucharadas colmadas de bicarbonato de sodio, cuatro o cinco partes de harina de trigo y una parte de azúcar. A continuación se hacen pequeñas bolas y se introducen en los lugares donde se cree que merodean las cucarachas. Como éstas no pueden eliminar el CO2 de su estómago, al consumirlo, explotan por acumulación de gases.



Fuente: http://entomoblog.net/101-cosas-cucarachas-i.html

1 comentario:

La ecoaldea dijo...

Extremadamente gracioso por descriptivo a la vez que significativo. Un ejemplar perfecto del conocido relato hiperrealista othoniano.

El autor

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Localidad: Tierra, Región: Vía Láctea, Mexico
Pasante de la universidad de la vida, realiza estudios en ocio creativo y aplanado de calles y caminos con maestros como el profesor emérito Papirolas, el artista callejero Llanero Solitito y el padre Chinchachoma, protector de los niños de la calle. También le han dejado grandes enseñanzas los trotamundos argentinos denominados crotos en honor al gobernante de apellido Crotto, que permitió a los vagabundos viajar en los trenes sin pagar boleto. Los crotos proponen para mejorar la sociedad, entre otras cosas, volver al trueque, lograr que el trabajo sea creativo y edificante para los individuos, caminar o utilizar vehículos que no contaminan, como la bicicleta; en vez de vivir para acumular, traer a cuestas únicamente lo que se pueda cargar en una mochila; en síntesis, sustituir el ser por el tener. En su formación también ha recibido influencia de los anarquistas y socialistas utópicos, de los beatniks estadunidenses como Jack Kerouac, de los jipis promotores del amor y la paz, y de trovadores como José Alfredo Jiménez, Bob Dylan, Chavela Vargas, Rockdrigo González, Joaquín Sabina y José Cruz.

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