Bienvenido al refugio de los agobiados por el trabajo enajenante

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7/11/11

Fauna urbana


Mi tienda se ubica en una parada de los camiones del transporte público que es punto de confluencia de personajes que viven de la cooperación de los pasajeros: cantantes y payasos ambulantes, vendedores de dulces, pedigüeños profesionales, etcétera. Muchos de ellos son mis clientes, y me he familiarizado con sus peculiaridades.


Está, por ejemplo, un hombre flaco y encorvado que ya desde antes conocía porque me había tocado ir en un camión donde se subió. Su forma de pedir provoca aversión y la gente le da para que se aleje. No habla, sino gime, dando a entender con una mano que necesita ayuda para comer, acentuando un gesto de sufrimiento. Cuando se le da una moneda, hace varias caravanas gimiendo y aborda al siguiente pasajero, hasta completar su recorrido por todos los asientos. Si no se le da, sigue gimiendo otro rato lastimeramente como para provocar remordimiento. Muchos ceden y terminan dándole. Pues este pedigüeño, ahora como cliente, es mucho más digno, nunca pide nada gratis, por el contrario, compra cosas caras sin chistar. Otra pedigüeña utiliza como recurso de compasión su asma crónica. Es creíble por su permanente rictus de dolor en el rostro y la chamarra que siempre utiliza, aunque el termómetro marque arriba de los 30 grados. Lo extraño es que cuando viene a comprar, siempre se toma una Coca-Cola casi helada. Hay un casi enano con manos deformes y labio leporino, por lo cual su hablar es gangoso. El llega a recargar “tiempo aire” para su celular. No podía faltar el ciego. Este usa un palo de escoba como bastón y se atraviesa de manera temeraria al paso de los

camiones, cuyos salvajes conductores a veces le impiden subir y se arrancan casi arrollándolo. Otro es el cantador de plegarias cristianas, que junta sus monedas en una lata de galletas. Mide cerca de 1.80 y tiene más de 30 años, pero calculo su edad intelectual en 13. Llega diciendo “está pelao”, queriendo decir que está escasa la colecta de monedas. Compra un cigarro mentolado y hace un corte de caja (o de bote), azotando ruidosamente las monedas sobre el cristal del aparador. También tengo en mente al payaso gritón, que más bien espanta a la gente en lugar de causarle risa, por lo agresivo de sus chistes. Dice cosas como: “suban, suban (al camión), trae aire acondicionado y vista panorámica (pese a que, como todos los autobuses urbanos de Veracruz, se está cayendo a pedazos). ¡Suban que ya se va!, las muchachas guapas no pagan, las gordas pagan doble y las flacas triple! Entra a la tienda presumiendo un pesado bulto de monedas, las cuenta y se queja de que “sólo” obtuvo $300 pesos en dos horas. Se ríe con sarcasmo cuando le digo que yo no gano eso y aparte tengo que pagar renta, luz, impuestos…

1 comentario:

La ecoaldea dijo...

Por qué será que el Croto me hace tanta gracia con sus cuentos?
Después de conocer de manera allegada al Croto sus cuentos cortos y relatos me siguen causando un formidable impacto. Imprevisibilidad y familiaridad, humor y agonía, comicidad y ansiedad, exotismo y autoproyección; son algunas de las contrastantes sensaciones en que me veo envuelto cuando leo sus cuentos. Será que todas estas son cualidades descriptivas de el Croto mismo?

El autor

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Localidad: Tierra, Región: Vía Láctea, Mexico
Pasante de la universidad de la vida, realiza estudios en ocio creativo y aplanado de calles y caminos con maestros como el profesor emérito Papirolas, el artista callejero Llanero Solitito y el padre Chinchachoma, protector de los niños de la calle. También le han dejado grandes enseñanzas los trotamundos argentinos denominados crotos en honor al gobernante de apellido Crotto, que permitió a los vagabundos viajar en los trenes sin pagar boleto. Los crotos proponen para mejorar la sociedad, entre otras cosas, volver al trueque, lograr que el trabajo sea creativo y edificante para los individuos, caminar o utilizar vehículos que no contaminan, como la bicicleta; en vez de vivir para acumular, traer a cuestas únicamente lo que se pueda cargar en una mochila; en síntesis, sustituir el ser por el tener. En su formación también ha recibido influencia de los anarquistas y socialistas utópicos, de los beatniks estadunidenses como Jack Kerouac, de los jipis promotores del amor y la paz, y de trovadores como José Alfredo Jiménez, Bob Dylan, Chavela Vargas, Rockdrigo González, Joaquín Sabina y José Cruz.

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