Mi máquina fotocopiadora me hizo otra de las suyas, pero esta vez se excedió. Es la estrella de mi pequeño negocio de papelería, pues gracias a ella mucha gente entra en busca de reproducir, aunque sea borrosamente, todo tipo de documentos, y de ahí compra otros productos que dejan mayor utilidad. Por ello, se ha vuelto caprichosa y se rebela cuando considera que se ha rebasado el número de reproducciones recomendadas por su fabricante para un día. Fue un lunes, como todo lunes muy movido (no sé por qué ese día a la gente le da por solicitar fotostáticas desaforadamente). Desde las siete de la mañana ya había una larga fila de personas con sus documentos en mano: credenciales de elector, actas de nacimiento, matrimonio o defunción, certificados médicos al por mayor, recetas, recibos de pago, escrituras. Muchos piden hasta tres copias de papeles que de tan viejos parecen impresos en papiro, que cuidan como si en ellos les fuera la vida. Cuando habían transcurrido dos horas de trabajo continuo, la máquina comenzó a dar señas de rebeldía: en su pantalla empezó a parpadear el temido símbolo que indica “falta de toner”, y segundos después quedó en stand by, del que es imposible sacarla, como mula sobrecargada que se niega a avanzar aunque se le mate a golpes. De ahí el apodo que le puso mi dependiente: La Mula. Pese al descontento de los clientes que esperaban su turno, se les tuvo que avisar que no habría más copias por ese día. Más tarde llegó la camioneta del servicio técnico y se llevó a La Mula al hospital de copiadoras. Al otro día, muy temprano acudió un cliente, desesperado porque no encontraba su pasaporte. Repetía que era asunto de vida o muerte, tenía un boleto de avión para el mediodía, con destino a Houston, donde sería sometido a una operación de corazón para la que estaba programado desde hacía meses. Se le explicó que el documento no estaba en el local, de lo contrario lo hubiéramos detectado y se hallaría en el portapapeles destinado a documentos olvidados. Ante la desesperación del hombre, que ya había buscado en su casa, en su auto y en todas partes donde podría estar su pasaporte, se revisó detenidamente todo el local, inútilmente. Al día siguiente se esparció en el vecindario la noticia de que el hombre había muerto de un infarto. Una clienta especialmente comunicativa me puso al tanto de los detalles. El pobre hombre había perdido su vuelo, y la tensión y tanta carrera agravaron su mal cardiaco al punto de provocarle la muerte. Ese mismo día en la tarde llegó La Mula de regreso, con toner nuevo, limpia y relajada como quien viene del Spa. Al alzar la tapa que cubre la cama de vidrio donde se ponen los documentos para reproducirlos, lo que vi me hizo saltar: ahí estaba el pasaporte, listo para ser fotocopiado. Lo destruí en el acto sin que nadie me viera, pero lo que no puedo sacar de mi cabeza es el remordimiento.
26/9/10
23/9/10
Cuento: Crimen mutuo
Al otro día del hecho del que fui testigo apareció en la sección policiaca de La Prensa el encabezado: “¡Muriéronse los dos rijosos!”. En la nota se consignó apenas que en un acontecimiento insólito “dos compañeros de juerga murieron tras liarse despiadadamente a golpes” en una cantina, pero no se mencionó la causa “del crimen mutuo”. Para mi mala suerte yo estaba en la mesa vecina y pude presenciar cómo se originó la riña entre los dos sujetos, con pinta de burócratas. Comenzaron con un intercambio de albures cada vez más pesados, y de ahí pasaron a una absurda competencia de “conocimientos”, en la que se cuestionaban uno al otro:
-A ver cabrón, cuál es la flor nacional…
-La dalia, pendejo…
-No, es la nochebuena, imbécil. Ahora tú dime quién es el héroe nacional…
-Cuauhtémoc, desgraciado…
-¡Mis huevos! Es Hidalgo… cuál es el equipo nacional.
-Las Chivas del Guadalajara, puto
-Es el América, güey… ¿y el jugador nacional?
-Hugo Sánchez
-¡Es Cuauhtémoc Blanco, ignorante! A ver, ¿y nuestro poeta nacional?
-López Velarde
-Otra vez estás mal: Octavio Paz… ¿El villano nacional?
-Santa Anna, es elemental.
-¡Ni eso sabes! Hernán Cortés… al menos dime quién es nuestro ídolo nacional.
-Obvio: Pedro Infante.
-Te equivocas, es la Virgen de Guadalupe. Estás jodido…
En lo único en que estuvieron de acuerdo fue en el agravio nacional, tanto que lo dijeron en coro al comenzar la golpiza:
¬-¡Chinga a tu madre!
21/9/10
Cuento: "No somos nada"
Las ofrendas florales ya invadían la casa del difunto. Los amigos, familiares y conocidos se arremolinaban en torno al féretro. Sin duda era más popular en esos momentos que antes, cuando se quejaba con su esposa de que nadie los visitaba. En cambio ahora no faltaba nadie: hijos, nueras, yernos, nietos, hermanos, sobrinos, cuñados, amigos, vecinos, gorrones y un etcétera tan largo como la fila de gente que avanzaba hacia la mesa pletórica de pan, café negro, atole, ollas con todo tipo de guisados, tortillas calientes, salsas, que como por arte de magia aparecieron en cuanto el “difuntito” estuvo debidamente acomodado en su féretro en el centro de la sala, donde presidía la reunión asomado a la ventanita implacablemente peinado, maquillado y con traje nuevo. Como nunca, fue el foco de atención durante el largo rosario, pero terminados los rezos poco a poco la concurrencia se fue dispersando por la casa. Se formaron grupos de dolientes cuyo semblante se iba relajando al reencontrarse amigos y familiares que hacía años no se veían. Había tanto de qué conversar, y más con el efecto del ron que pronto comenzó a circular. Entre las pláticas no tardaron en surgir las anécdotas, y de ahí las risas, que se convirtieron en carcajadas hasta dar paso a lo que en este pueblo se da en llamar la “fiesta fría” en que se tornan los velorios. Sólo un asistente, ya pasado de copas, permanecía al lado del féretro, como platicando con el principal protagonista. La escena terminó por intrigar a los más cercanos, sobre todo porque nadie pudo identificar al hombre. La viuda se acercó, y alcanzó a escuchar lo que el individuo repetía a cada trago, moviendo la cabeza en ademán de tristeza:
-No somos nada… -No somos nada…
-¿Eran amigos? –quiso consolarlo la mujer.
El desconocido respondió:
-¿No me escuchó? No somos nada, no lo conocía…
*Inspirado en un cuento de dominio popular en Veracruz
-No somos nada… -No somos nada…
-¿Eran amigos? –quiso consolarlo la mujer.
El desconocido respondió:
-¿No me escuchó? No somos nada, no lo conocía…
*Inspirado en un cuento de dominio popular en Veracruz
17/9/10
Ko
La expectativa de una nueva vida se abría luminosa en su mente. Por primera vez en largo tiempo no sentía esa ligera tortícolis que le dificultaba mover el cuello desde que cumplió los cincuenta años. Una insólita liviandad le invadió cuando se vio afuera del maltrecho cuerpo que yacía en el pavimento. Fue fulminante el impacto contra el autobús urbano que lo sorprendió en contrasentido.
8/9/10
Poema del Gato Gabriel LK
En el cumpleaños de Othón Lara Barba
Acaso mediten sobre mí un momento,
deificando mis manías,
sin estar seguros si existí.
Los sarcasmos que fueron mi delicia
ya no están
en la memoria
de este mundo mineral.
Acaso mediten sobre mí un momento,
deificando mis manías,
sin estar seguros si existí.
Los sarcasmos que fueron mi delicia
ya no están
en la memoria
de este mundo mineral.
5/9/10
¿Comunicados?
Todos los días te envío mensajes por celular y mail, chateamos por messenguer e intercambiamos noticias en facebook. Entonces, ¿por qué cada día parece aumentar más la distancia entre nosotros?
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El autor
- Croto
- Localidad: Tierra, Región: Vía Láctea, Mexico
- Pasante de la universidad de la vida, realiza estudios en ocio creativo y aplanado de calles y caminos con maestros como el profesor emérito Papirolas, el artista callejero Llanero Solitito y el padre Chinchachoma, protector de los niños de la calle. También le han dejado grandes enseñanzas los trotamundos argentinos denominados crotos en honor al gobernante de apellido Crotto, que permitió a los vagabundos viajar en los trenes sin pagar boleto. Los crotos proponen para mejorar la sociedad, entre otras cosas, volver al trueque, lograr que el trabajo sea creativo y edificante para los individuos, caminar o utilizar vehículos que no contaminan, como la bicicleta; en vez de vivir para acumular, traer a cuestas únicamente lo que se pueda cargar en una mochila; en síntesis, sustituir el ser por el tener. En su formación también ha recibido influencia de los anarquistas y socialistas utópicos, de los beatniks estadunidenses como Jack Kerouac, de los jipis promotores del amor y la paz, y de trovadores como José Alfredo Jiménez, Bob Dylan, Chavela Vargas, Rockdrigo González, Joaquín Sabina y José Cruz.