A las víctimas del crimen organizado
¡Déseme ver, si los hubiere,
en mi desahuciado espíritu
la confluencia de todos los seres,
la fusión de sus resplandores
Para reírme así de su infamia
y mis terrores,
del masoquismo de lo humano
que así desbarata y hiere
cual telarañas sus tejidos.
¿He inflingido yo mismo
un dolor semejante?
Maldigo entonces mi concepto Yo.
Hostil mundo, ¿por qué me has señalado?,
¿quién dispuso así intimidarme?,
¿Habrá quien se arrepienta?
cobarde aire, cobarde ambiente,
cobarde luz;
nada ocurre.
Mas al jalar mi camisa
chascan los dientes
fugaces equinos.
Los pájaros son sus cómplices,
-no así los insectos-
¿Creen que morirán menos,
por callar mi desgracia?
Si me golpearan
sabrían que hay algo vivo
en todo esto.
Anónimas cerbatanas,
arrojan diminutas agujas
a los muros corroídos
y a mi cuello.
Suplicio
largo dolor
para siempre soledad.
Tristeza inerte, noticia infernal,
sino Irreparable.
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